Cuando el humo se confunde con el vapor de mi boca.
No podía conciliar el sueño y la lucidez escaseaba. Salí en el auto a recorrer Santiago, en busca quizá de un completo caliente y un café olor a tabaco.
Un carrito, estaciono y bajo.
Ordeno al mudo que atiende a las 2 de la madrugada, un completo italiano. En la espera me doy cuenta del típico frío después de la lluvia.
Una solitaria mujer se refugia en mi abrigo, mi cigarrillo y conversación.
Un segundo completo con señas ridículas. La mujer lo ordenó ayudándome.
Una luz roja y la beso.
La beso mientras dice se nombre con una frialdad otoñal.
Una llamada urgente.
Voy para allá. – respondo.
Su hija ha nacido, dijo el doctor, su señora la ha bautizado como… y pronunció su nombre con una frialdad otoñal.
Llantos sombre mi hombro y la escena del completo al recuerdo.
No te vayas, no te vayas. – dicen.
Y deja de sonar el pito de la vida de esa máquina de hospital.
No te vayas, no te vayas. – dicen.
Decía con la típica voz fría de otoño.
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